TALLERES

jueves, 10 de mayo de 2007

PASTOS SECOS

El caminante sudaba bajo el ardiente sol de Galicia, las piedras le traspasaban las sandalias y retumbaban en sus rodillas. El camino de rebaños le parecía interminable. El amarillo de los pastos secos le agrietaba el rostro y enrojecían los ojos. Tenía sed. Mucha sed. Sentía la lengua gorda y traposa. Le dolía el esqueleto. El balar de las ovejas lo tenía incrustado en los oídos, sonrió al pensar que pronto todo lo cambiaría por la música de la pianola en el prostíbulo del pueblo mientras se ahogaba en cerveza fría…bien fría.

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