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jueves, 20 de septiembre de 2007

El tren de la poesía de Neruda

Gracias a su padre viaja con corta edad a ciudades cercanas
El conjunto padre-tren-paisaje-hogar
«Es marinero en tierra»: un homenaje a su padre


La parte más importante de la memoria poética del Premio Nobel de Literatura, Pablo Neruda, es su infancia con parte de la adolescencia transcurrida en la región de la Araucania. Territorio que le condicionó con sus componentes telúricos y que jamás abandonará a lo largo de su prolífica creación. Elementos que además de sentirlos, los observó como pequeño viajero en el tren que conducía su padre.

En «Memorial de Isla Negra» canta:

Mi alma fue una bodega perdida entre los trenes
en donde se olvidaron durmientes y barricas,
alambres, avena, trigo, cochayuyo, tablones,
y el invierno con sus negras mercaderías.



El comienzo de su vivencia sureña fue entre maderas, aromas, floraciones de bosques, cereales, trenes. Al respecto existen al menos tres elementos fundamentales en el proceso creativo del entonces Neftalí Ricardo Eliecer Reyes Basoalto, luego Pablo Neruda, que son propios de la provincia que habita: la influencia telúrica, los trenes y la situación social. Forman parte de su ambiente que determinará su creación.

Gracias a su padre viaja con corta edad a ciudades cercanas

Gracias a su padre, José del Carmen Reyes, conductor de trenes lastreros, él puede viajar con poca edad a lugares cercanos de su ciudad, Temuco. Estos desplazamientos le permiten entrar en la floresta de aquella región, llamada también de la Frontera.

Mientras el padre cumple con sus labores, camina por entre la frondosa hierba atraído por los insectos, las hojas, los pájaros, los diferentes tipos de árboles, las espadas de la luz que atraviesan el silencio de la selva, interrumpido por los silbidos o los cantos de las aves, de los riachuelos o por el viento que juega entre los arbustos, haciendo balancear la hermosa flor silvestre: el copihue.




En «El tren nocturno», dice:

Tal vez comencé entonces
la página terrestre,
aprendí los kilómetros
del humo,
la extensión del silencio.
Pasábamos Lautaro,
robles, trigales tierra,
de luz sonora y agua
victoriosa:
los largos rieles continuaban lejos,
más lejos los caballos de la patria
iban atravesando
praderas
plateadas,
de pronto
el alto puente del Malleco,
fino
como un violín
de hierro claro.



Comprobamos que el tren va a constituir para el joven Neftalí el germen de su creación, porque Neruda pasará a ser el Tren de la Poesía. Aunque a su padre no le agradaba que su hijo fuese poeta, sin saberlo contribuía a darle los materiales para fabricar dentro de su ser un tren que irá deteniéndose en numerosas e incontables estaciones, para llenarlo con las diferentes mercancías planetarias que, luego de elaborarlas, las descargará en cada pueblo, como objetos destinados al consumo espiritual.

El conjunto padre-tren-paisaje-hogar

El tren será en el futuro un símbolo para el vate. En su obra aparecerá como un conjunto de padre-tren-paisaje-hogar. Tanto le gusta esta imagen que cuando encuentra una antigua locomotora, la coloca en el jardín de su casa en Isla Negra. Junto a ella los amigos hemos brindado como sus pasajeros. Será el tren el vehículo amado que habitará su memoria, cruzando una y otra vez el exuberante y mágico territorio, donde el gran poeta y soldado español Alonso de Ercilla y Zúñiga, escribió en octavas reales su gran obra épica «La Araucana», publicada en Madrid, realzando el valor de los indígenas en su lucha contra los conquistadores.



Cuando el padre severo pero cariñoso debe ausentarse diariamente para ir al trabajo, su mamadre Trinidad Candia Malverde, sus hermanos Adolfo y Laura y él mismo están pendientes de su regreso. El poeta le recuerda como un hombre poco suave, rudo. Es un hombre que debe sufrir los fríos inviernos y la rudeza de los pasajeros que transporta:

El padre brusco vuelve
de sus trenes:
reconocimos
en la noche
el pito de la locomotora
perforando la lluvia
con un aullido errante
un lamento nocturno,
y luego
la puerta que temblaba.




Para mayor abundamiento, en sus «Memorias» cuenta que José del Carmen Reyes, después de trabajar de obrero en los diques del puerto de Talcahuano, situado también en el sur de Chile, terminó de ferroviario en Temuco:

Era conductor de un tren lastrero. Pocos saben lo que es un tren lastrero. En la región austral, de grandes vendavales, las aguas se llevarían los rieles si no se les echara piedrecillas entre los durmientes. Hay que sacar en capachos el lastre de las canteras y volcar la piedra menuda en los carros planos. Hace cuarenta años la tripulación de un tren de esta clase tenía que ser formidable. Venían de los campos, de los suburbios, de las cárceles. Eran gigantescos y musculosos peones. Los salarios de la empresa eran miserables y no se pedían antecedentes a los que querían trabajar en los trenes lastreros. Mi padre era el conductor del tren. Se había acostumbrado a mandar y a obedecer.

El hijo está atento cuando éste entra en el hogar después de cumplir con su agotadora jornada. Es el hombre fuerte que regresa anunciándose primeramente a través del sonido de la locomotora. Luego sus recias manos abren la puerta de la modesta casa y el piso tiembla con sus fuertes pisadas. El ambiente se pone tenso. La madera protesta con gemidos en la escalera. La lluvia golpea el techo y el aire pasa batiendo sus frías alas:




El viento en una ráfaga
entraba con mi padre
y entre las dos pisadas y presiones
la casa
se sacudía
las puertas asustadas
se golpeaban con seco
disparo de pistolas,
las escalas gemían
y una alta voz
recriminaba, hostil,
mientras la tempestuosa
sombra, la lluvia como catarata
despeñada en los techos
ahogaba poco a poco
el mundo
y no se oía nada más que el viento
peleando con la lluvia.




«Es marinero en tierra»: un homenaje a su padre

El poeta rinde por medio del tren, un emocionado homenaje al padre ferroviario que «es marinero en tierra». Éste tiene que llegar y salir con prisa, madrugar, empaparse bajo los temporales, hasta que finalmente el padre se va en el tren de la muerte, reemplazándole el hijo como conductor del tren de la poesía, transportando la carga telúrica de su región. Es así como recupera las imágenes de la infancia:

El ferroviario es marinero en tierra
y en los pequeños puertos sin marina
-pueblos del bosque- el tren corre que corre
desenfrenando la naturaleza,
cumpliendo su navegación terrestre.
Cuando descansa el largo tren
se juntan los amigos,
entran, se abren las puertas de mi infancia,
la mesa se sacude,
al golpe de una mano ferroviaria
chocan los gruesos vasos del hermano
y destella
el fulgor
de los ojos del vino.
Mi padre duro
allí estaba, en el eje de la vida,
la viril amistad, la copa llena.
Su vida fue una rápida milicia
y entre su madrugar y sus caminos,
entre llegar para salir corriendo,
un día con más lluvia que otros días
el conductor José del Carmen Reyes
subió al tren de la muerte y hasta ahora no ha vuelto.

Subir



El poeta se convierte en un viajero empedernido. Cada vagón es una palabra que se engancha fácilmente a otro, porque existe una íntima conexión, formando un tren inmensamente largo. Hay un solo eje, un solo impulso, un solo movimiento que le hace atravesar países, mares, montañas y desiertos.

El tren no muere con Neruda, porque éste sigue vigente, trascendiendo su propia carga cósmica. Su creación es un canto a la Naturaleza, incluso cuando escribe sobre el amor, la historia, la política, la condición humana.

Su cargamento telúrico es producto del rescate de los recuerdos. Es lo que percibimos en los poemas «El Niño Perdido, 1921» y «El Tren Nocturno», que forman parte del tren de la memoria conducido como lo hizo su padre, pero por un conductor que a su vez es un viajero de sueños interminables. (Madrid)



Sergio Macías - escritor y diplomático chileno.

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