TALLERES

jueves, 10 de mayo de 2007

EL AMOR DE MI MADRE

Dos piedras en mis manos, suaves, redonditas, calentadas en la hornilla espantaron los fríos madrugadores de la ruta al colegio.
Su amor me acompañó cuando las deslizaba entre mis guantes. A los diez años no se sabe de las piedras de la ira encalladas en mis manos adultas de otrora.
Sólo tenía dos piedras en mis manos que alejaron fríos y anidaron ternura. Su rostro de beso, su sopa humeante, el mantel blanco, el brasero, sus cuentos en las tardes de lluvia. Los permisos furtivos para jugar la infancia. Su abrazo seguro cuando el sueño me despeinaba. Si es como si fuera hoy. Puedo sentir el calor de mis dos piedras en las manos, con ellas aprendí a amar, a ganarle a la vida, me hicieron curandera de corazones, trapichera de esperanza, buscadora de sueños. Dos piedras en mis manos, todas las mañanas en la ruta al colegio me enseñaron que el amor hace extraordinario lo cotidiano.

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